Momentazos

En Colibrí ocurren muchas cosas. Podéis imaginarlo, son horas y días. 
Pero siempre ocurren más de que vemos, más de lo que podemos imaginar. Hay pasos que llevan a lugares insospechados, gestos que acaban donde no esperábamos. Por eso es importante poder elegir los pasos, los gestos, las compañías y los tiempos.

 

Coger el rollo de celo puede llevar a tomar conciencia del tamaño del propio cuerpo, porque desenrollamos un poco y ¡ahí va! Qué trozo más largo me ha salido…


Mezclar agua y rotuladores puede llevar a ingeniárselas durante diez minutos para sacar un vaso de plástico de una jarra, cortando con una tijera… 

¿porqué hacemos esto? ¿qué nos ha llevado aquí? Talvez no lo recuerden pero se emplean a fondo para resolver este inesperado reto. Y siempre hay una mirada afectuosa que anima, una mano que acerca el objeto necesario o una palabra para retomar el hilo que lo inició todo. Imágenes nada más pero que reflejan vivencias profundas: alegrías, preguntas, complicidades, dudas, descubrimientos, apuros… los rostros hablan. 

Y las letras llegan, como juego siempre: un palo y agua permiten trazar símbolos sobre una plancha de hierro caliente. ¡El sol borra mi escritura! Grafomotricidad y física se dan la mano durante unos instantes, hay que estar atentos… 

¿A quién le toca subirse al columpio? Qué complicado… yo ya he subido, es verdad pero me apetece mucho subir otra vez y estoy comprobando algo, como explicarlo… ¡Quiero subir yo! ¿Y la emoción que causa jugar todas juntas? Pero de verdad, espontáneamente, o dicho de otra manera: sopesado y aceptado por todas al mismo tiempo, eso no deja de tener algo de mágico… 

¿Tiramos juntas de esta cuerda? 

 

Coleccionar planetas en una huevera. Descubriendo universos a cada paso. 

 
Expresando emociones en construcción a través del trazo de un rotulador. Conquistando el mundo con mis acciones, que reflejan sensaciones, que me llevan a pensamientos…Nada más y nada menos.

Compartir alegrías es una de las mejores maneras de crear vínculo, de transitar hacia la amistad:

“No sabía que te gustaba tanto jugar con el agua, como a mí” -podría ser la transcripción de su discurso interior. Pero basta un grito de júbilo y una mirada cómplice para que el tiempo deje de existir y ya no interese desayunar o ponerse las zapatillas. Interesa más el encuentro con el otro, descubrir que podemos compartir esta diversión y ser “amigos” aquí y ahora -lo que no excluye enfadarnos y frustrarnos en un pispas- el juego, siempre el juego en cualquiera de sus formas.

Cuánto saben los niños y cuánto hemos olvidado los adultos…

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