En Colibrí, entendemos que la infancia es un viaje fascinante lleno de descubrimientos, aprendizajes y desafíos. Uno de esos momentos que muchas familias comparten con inquietud es cuando sus hijos y hijas comienzan a usar palabras “inapropiadas” sin entender del todo su significado o impacto.
Es una situación muy habitual entre los 3 y 4 años, una etapa en la que el lenguaje se desarrolla a gran velocidad, y donde el juego, la emoción y la imitación son los grandes motores del aprendizaje. Por eso, queremos ofrecer algunas claves prácticas y basadas en la neurociencia para acompañar con respeto, calma y sentido pedagógico este proceso natural del desarrollo.
Si te interesa saber más sobre cómo acompañamos el lenguaje, la expresión emocional y la autorregulación en el día a día, te invitamos a visitar nuestra sección de proyecto.
Entender lo que ocurre en su cerebro
Cuando una niña o un niño pequeño repite una palabra que no consideramos adecuada, lo hace casi siempre sin intención de herir ni de faltar al respeto. Su cerebro, aún en maduración, no ha desarrollado por completo las áreas responsables del autocontrol ni de la comprensión de normas sociales.
La neurociencia nos explica que, en esta etapa, el cerebro está dominado por el sistema límbico —encargado de las emociones— y por los mecanismos de imitación. Si una palabra provoca una reacción intensa (risa, sorpresa, enfado), su cerebro emocional la registra como poderosa o interesante. Y es probable que la repita, no para ofender, sino para explorar, conectar o simplemente jugar con el lenguaje.
Qué podemos hacer como personas adultas de referencia
Acompañar estas situaciones desde la serenidad y el respeto es clave. Aquí os dejamos algunas estrategias que aplicamos en Colibrí, y que también podéis trasladar a casa:
1. No reforzar con atención emocional
Cuando reímos, nos enfadamos o damos explicaciones largas, sin querer estamos reforzando el uso de esa palabra. A menudo, las niñas y los niños simplemente están diciendo “mírame”. Por eso, lo mejor es responder con un tono sereno:
“Esa palabra no la usamos aquí.”
“Si quieres que te escuche, llámame con palabras bonitas.”
2. Ofrecer alternativas de lenguaje
Es mucho más efectivo decirles lo que sí pueden decir. Proporcionar expresiones como “caramba”, “qué lío” o “estoy enfadado” les da recursos reales para comunicarse sin recurrir a palabras que aún no comprenden del todo.
3. Modelar con el ejemplo
Las niñas y niños aprenden por imitación. Si ven que usamos un lenguaje respetuoso, tenderán a reproducirlo. Por eso, ser un buen modelo de comunicación consciente es una de las herramientas más poderosas que tenemos como familia y acompañantes.
4. Aprovechar momentos de calma para explicar
Evitemos las correcciones en pleno “momento emocional”. Cuando la niña o el niño está tranquilo, su cerebro racional está más receptivo. Es entonces cuando podemos explicarle con sencillez que ciertas palabras pueden hacer daño o no ayudan a comunicarse bien.
5. No usar etiquetas
Evitemos decir frases como “qué maleducado” o “eres un grosero”. Las etiquetas no solo no ayudan, sino que pueden dañar su autoestima. Recuerda: está aprendiendo, necesita guía, no juicio.
Casos prácticos
Cuando busca atención con una palabra inadecuada
Di con calma: “Te escucho mejor cuando usas palabras bonitas.”
Si insiste: “Así no puedo hablar contigo. Avísame cuando estés listo para usar palabras bonitas.”
Cuando la dice enfadado o frustrado
Valida: “Veo que estás enfadado.”
Propón: “Puedes decir ‘caramba’ o ‘qué lío’.”
Modela: “Vamos a probar juntos: ‘caramba, qué lío’.”
Cuando imita sin intención emocional
Señala el límite: “Esa palabra no la usamos aquí.”
Propón juego con alternativas divertidas: “¿Y si decimos ‘cataplum’ o ‘piripí’?”
¿Y con los niños y niñas más mayores?
A veces, al ver a los más pequeños decir palabrotas, los mayores (5-7 años) se suman por pura imitación o juego. En estas edades, el deseo de pertenecer y sentirse aceptado es muy fuerte. Es fundamental anticiparnos y darles un rol activo:
“Tú ya sabes que esas palabras no se dicen. Puedes ayudar a los pequeños enseñándoles palabras bonitas.”
Y cuando no entran en el juego, reforzarlo: “Me ha encantado cómo has elegido no repetir esa palabra. Eso es lo que hacen las personas mayores que ayudan.”
Convertirles en referentes positivos fortalece su empatía, autoestima y sentido de la responsabilidad.
Construyendo una comunicación respetuosa desde el juego y la empatía
En Colibrí creemos que el aprendizaje más profundo no se da a través de la corrección, sino del vínculo. Nuestro acompañamiento diario parte siempre del respeto al ritmo de cada niño, de la observación de sus necesidades reales y del uso del juego libre como vehículo principal de desarrollo.
Por eso, acompañar estas situaciones no es solo cuestión de “corregir palabras”, sino de sembrar las bases de una comunicación emocionalmente saludable, consciente y empática.
Os animamos, como siempre, a seguir siendo cómplices de este aprendizaje en casa, desde la calma, la comprensión y la confianza .
Si quieres conocer más sobre cómo acompañamos a la infancia, puedes escribirnos directamente desde nuestra página de contacto.
Confía. Respira. Acompaña.
Porque aprender a comunicarse también es un arte.
Y en Colibrí, lo aprendemos jugando.